“¡Ya te lo había dicho yo!”, oímos tras la resaca electoral, como si fuese la conciencia de nuestra madre la que hablase: “¡Ya te había dicho yo que esto no traería nada bueno!”, que tantos partidos nuevos y de tantos colores como el arco iris únicamente acarrearían inestabilidad.
A partir de ahora este mantra será el que se repita para estigmatizarnos por haber hecho de nuestra sociedad una sociedad más plural y avanzada. No cabe duda de que ello conlleva mayor talla política en nuestros representantes, que deberán afrontar un escenario nunca antes presente en este territorio de voces tan diversas e idiosincrasias culturales tan enriquecedoras.
Pero la única realidad, le guste o no, allí donde crecen las coles, o donde un presidente le da nombre a la capital de una gran nación, es que debemos sentirnos orgullosos por haber tenido presente el principio de nuestro tiempo electoral olvidando esos largos años en que sólo existía un color, el gris, y una única voz dictaba nuestro presente y nuestro futuro, y la estabilidad se resumía en la falta de libertades.
A veces hay que ser valiente para conseguir lo que uno ansía.
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