Noto
en mi cara el alivio de las rachas del ¨Nordés¨ mitigando el calor de un verano
que, en lo sucesivo, parece ser que dejará de ser inusual. Feliz, sonrío por un
día de tregua, una noche de sueño. Pero enseguida todo se trunca con las nubes
oscuras de lo que anuncia el fruto de la codicia; de la venganza; de la
ignorancia…Como el relámpago precede al trueno, el inconfundible olor al dolor
del monte quemado precede al oscuro humo, anunciando que una casualidad deja de
serlo cuando montes distantes arden avivados por las predicciones de viento o
del adelanto de unas elecciones. ¿Quién lo sabe ya…? Cada verano, más tarde o
temprano ocurre lo mismo. Mientras, la gente, inmunizada, habla de ello de la
misma forma aséptica que se habla del tiempo, como si fuese algo contra lo que
estamos protegidos dentro de los muros de hormigón de las ciudades, hasta que
un día cuando queramos volver aquellos lugares que formaron parte de nosotros,
tan solo nos encontremos con un paisaje negro como el asfalto que permitió
llegar a esos indeseables que pensaban que un árbol era únicamente madera, y un
monte era aquello que estorbaba para otros propósitos.
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