En
un mundo en el que la apariencia lo es todo, en el que no dejamos de querer ser
lo que no somos, en el que no dejamos de desear lo que en realidad desean
otros. Hay Otros que viven aislados de esta dictadura y de las
palabras que se utilizan como alambradas para hacernos menos libres. Son
personas que en su mayoría han desarrollado una hipersensibilidad al tacto, a
los sonidos…escapando de ese contacto físico que corta su piel como si fuesen
cuchillas, o de ese contacto visual que perfora su cerebro, o del sonido
transformado en un ruido que cortocircuita todas sus sinapsis neuronales. Para
ellos, que viven en libertad fuera de esa alambrada, recluidos en el interior
de procesos repetitivos que les proporcionan la seguridad de saber lo que va
ocurrir segundo tras segundo, nuestro comportamiento les resulta ajeno, porque
no entienden la maldad, la venganza. Las pocas veces que puedo ver reflejado
los ojos de mi hija en los míos veo un mundo demasiado cruel para alguien que
nunca sabrá ni podrá defenderse. Aun así, y a pesar de las terribles noticias,
hay magníficos profesionales que comparten este difícil camino con las personas
que padecen autismo.
Estudio de Cal Tech University en el que se puede ver como un niño que padece autismo fija más la atención en la cabeza del árbitro que en la cara del jugador