Mobile World Congress, Barcelona
veintitrés de febrero de dos mil dieciséis, se anuncia que los operadores se
comprometen a reducir la brecha móvil de las mujeres, que se estima en los
países en desarrollo en doscientos millones menos frente a los usuarios
masculinos.
Kigali, Ruanda, veintitrés de
febrero del dos mil dieciséis, Immaculeé está sentada en un banco hablando con
sus amigas de lo que parece un sueño imposible: una pequeña cooperativa textil.
Barcelona, veintitrés de febrero
de dos mil dieciséis, Nuria está en un bar con sus amigos mientras, a través de
su tablet, conversa con un fabricante de telas en Shanghái. A su alrededor
varías parejas comparten la misma desconexión a través del wifi: esa brecha
móvil que limita los sueños en el tercer mundo y nos separa de los más cercanos
acercándonos lo más lejano. Si en el dos mil veinte las tres cuartas partes de
la población dispondrán de móvil no deberemos olvidar que lo que nos une son
las palabras, sobre todo aquellas que debemos pronunciar.
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