Siempre he estado convencido que hasta la persona más
íntegra tiene un precio, un momento de desesperación, un día en el que las
circunstancias le superan hasta hacerle olvidar sus principios más firmes.
También estoy convencido de que existen individuos que después de años de
intentar esculpir la realidad con el cincel de sus intereses se terminan
creyendo sus propias mentiras, como cada día hace el Presidente Trump. Ya casi
nos habíamos acostumbrado a sus delirios de mesías superándose en cada nueva
agresión a los principios democráticos y a los derechos inalienables del ser
humano. Pero…le ha faltado tiempo para aprovechar la imagen de unos niños
muertos a manos de bombas químicas para lavar su imagen con la colaboración
necesaria de su amigo el Presidente Putin, escenificando una represalia que le
hiciese ganar el afecto perdido del pueblo americano, y así poder proseguir libremente con la colaboración entre esos dos ¨grandes líderes¨ que
pretenden repartirse el mundo. Me pregunto ¿cómo es posible que el bueno Donald
sufra tanto por los niños sirios y nada por los que separa de sus padres
inmigrantes en Estados Unidos?
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