COMO CADA SÁBADO
SINOPSIS
Como cada sábado, Marcus intentará
liberarse de ese maldito sótano; como cada sábado, intentará saber quién es la
causante de los extraños sucesos del piso de arriba; como cada
sábado, intentará concluir el invento que pueda dar una oportunidad
al mundo, aunque exista quien deseé todo lo contrario.
ÍNDICE:
0001----------------------------------pág3
0010----------------------------------pág73
0011----------------------------------pág167
0100----------------------------------pág208
0110----------------------------------pág293
0001
Como cada mañana de cada sábado desde hace cinco años me encuentro obligado a
estar aquí, con la esperanza cada vez más lejana de que algún día me pueda
escapar de este sótano, para que esto se convierta en un mal recuerdo en
mi memoria.
¡Otra vez no!
¿Dónde está la pareja de este calcetín? Estoy casi convencido de
que las lavadoras de alguna manera activan un portal interdimensional. Me
puedo imaginar a extraños seres de otro planeta esquivando una lluvia
de calcetines para no ser sepultados por todas las prendas que desaparecen en
cada lavado: ¨Buenos días¨, me saluda mi vecina interrumpiendo mis
pensamientos.
- Me acaban
de comentar que ya han alquilado el 16E- dice Julia, la madre de Nu, al
tiempo que apoya su cesta de ropa en una silla.
-Sí, y parece ser que se trata de una extranjera, responde la excéntrica
Sophie, la más anciana del edificio.
-
Os veo muy bien informadas. Sólo espero que sea menos ruidosa que el anterior
inquilino, digo dejando tras de mí el cuarto común de lavadoras del
edificio.
Entro en el ascensor, pulso el botón 15 que, como era habitual, requería
de cierto cariño para que obedecieses con la sumisión que se le presupone a una
máquina. A pesar de que parecía tener un único propósito en su metálica
existencia: impedir mi llegada a casa. Eso, o es que cuidaba mucho de mi salud.
Un piso por encima; esta vez he sido afortunado, me ha dejado cerca. Para colmo
de males había alguien en el rellano. No tengo ganas de mantener una
conversación absurda a cerca del tiempo. Mientras las puertas terminan de
chirriar al abrirse trato de elaborar una predicción de a quién me encontraré
al otro lado, tal vez a el señor Dolan, veterano del Vietnan, hombre de
pocas palabras y modales castrenses o quizás James, con alguna morena de
infinitas piernas, como cada mañana de cada sábado. Siempre, por ¨estricta
prescripción médica¨. Sin duda, ser un doctor soltero y bien parecido tenía sus
ventajas... ¿Y si fuese la nueva inquilina?, una rubia, de esas que estaban
excluidas de la ¨dieta de latinas¨ del buen Doctor James.
Tres, dos, uno;
cojo aire y confío en que esta vez la suerte esté de mi parte. ¡Genial!, no hay
nadie. Juraría que había escuchado a alguien, pero lo único con lo que me
encuentro es un sonido mecánico repetitivo que no logro identificar, justo en
el piso de mi nueva vecina.
Vuelvo a jugar a la lotería pulsando el botón número 15, pero...! Cómo no!,
esta vez,
Simplemente ni me hace caso.
Derrotado, salgo del interior de ese cacharro y antes de bajar andando me acerco
a la puerta de la que sale ese sonido indefinible. Al llegar a la alfombrilla,
que tiene una inscripción con unos símbolos que no alcanzo a descifrar, mi corazón
se acelera, pero aún así apoyo mi oreja en la puerta y justo en ese preciso
instante, el sonido se extingue amortiguándose en el aire, como si se parase el
tiempo. Tal vez me ha descubierto la extranjera, tal vez no sea exótica, ni
bella, tal vez...
-
¿Marcus que haces ahí?-dice la pequeña Nu.
Sorprendido
todavía con mi cabeza en la puerta, intento encontrar una respuesta para evitar
el ridículo. Como si me hubiesen propinado un golpe en la espalda, sale de mi
boca un ¨ ¡Hola Nu! , ¿tú tampoco has podido coger el ascensor?, supongo.
- He visto que marcaba el piso 16 y como no bajaba he subido a ver que le
ocurría. Pero… ¿Qué hacías en esa puerta?-responde.
- ¿No has escuchado ese ruido?- respondo ruborizado.
- La verdad es que yo no he escuchado nada. Ya…la nueva vecina-dice ella
dejándome en evidencia..
En ese preciso instante debía elegir entre la menor de las humillaciones para
mi ego o quedar como un cotilla, o peor todavía, quedar como un patético
desesperado en busca de una aventura.
-Nu ,Nu, Nu…Siempre
inventando cuentos.¿Algún día aprenderás que no todo es lo que parece?- Pero, ¿
qué hago tratando de justificarme con una niña ?, me digo a mi mismo.
¡Venga, vamos para casa!
-Pero, ¿has podido ver a nuestra vecina, o sólo estabas cotilleando?-insiste
ella.
-Para ser tan pequeña debo reconocer que eres francamente perseverante-respondo
-¡Adiós!-
digo introduciendo la llave en la cerradura.
-¡Adiós!-dijo Nu mientras bajaba los quince pisos corriendo.
-¡Ah¡…no
hace falta que escuches en mi puerta. No hay nadie,ja, ja,ja…
¡Niños! Lo peor es que ahora se lo comentará a su madre y quedaré como un
idiota.
Mientras me esfuerzo por olvidar el rídiculo que he protagonizado, vuelvo a
escuchar
ese misterioso sonido, proveniente del
piso de arriba. Enciendo el ordenador, atascado por la infinidad de e-mail que
debo responder después de un par de semanas de vacaciones aislado de la
civilización. A pesar de todo, no desaparece el maldito ruido. Un nuevo e-mail
se apila en la bandeja de entrada, con asunto ¨ puerta equivocada ¨. En ese preciso
momento se hace un silencio total en el edificio y me quedo a oscuras .Me asomo
enseguida a la puerta para comprobar si hay luz en el rellano, parece que ha
debido afectarme a mí sólo. Cojo la linterna de la entrada y voy a comprobar el
cuadro eléctrico, pero antes de que pueda comprobar que todos los interruptores
están bien, vuelve la corriente a mi piso.
Ahora que puedo volver a ver el último e-mail. Un escalofrío recorre mi
cuerpo:
ningún vecino conoce mi dirección
de correo y lo recibo justo después del incidente con Nu. En cualquier caso
debo ducharme para cenar con Anne y Steven, y así contarles las incidencias de
mi viaje.
Mientras las gotas de
agua recorren mi cuerpo me resulta imposible olvidar lo cómodo que resultaba
lavar la ropa con tu propia lavadora sin necesidad de compartir con el resto de
la humanidad mis gustos en ropa interior. Será por ello que al salir de la
ducha miro el cajón de mis calzoncillos pensando que opinará la anciana Shopie
al ver en ellos al Coyote persiguiendo al Correcaminos. Enseguida abandono la
idea…prefiero vivir en la ignorancia.
Una vez vestido de forma adecuada para cenar en Parsifore, debo decidir
si será mejor coger un taxi o ir en coche. Supongo que Steve llevará su
flamante Camaro y me podrá acercar a la vuelta. Cierro la puerta y me dirijo al
ascensor, confiando en no tener que bajar andando. Pulso el botón y, a medida
que se acerca, las dudas me asaltan. Se está acercando, parece que hay alguien
hablando en el interior, aunque no logro identificar bien el idioma. Ya sólo
está dos pisos por debajo... un piso... ¿Se parará?, ¿seguirá de largo?
¡Bingo!, se ha detenido; sin pasajero alguno…
¿Otra puerta espacio temporal?, rio no muy convencido,
teniendo en cuenta que aún debo bajar quince pisos. Las puertas no se cierran;
súbitamente sube al piso 16; espero ansiosamente a que se abran nuevamente,
convencido de no correr el riesgo de acometer un descenso en ese engendro con
vida propia, me esfuerzo por salir. No se abren las puertas y, como por arte de
magia, sin tocar botón alguno, baja al hall. Al salir respiro con alivio y le
comento a Fred, el conserje, que deben arreglar el ascensor del ala oeste. Él
responde asintiendo levemente con su cabeza, con la desidia de aquel que se
cree en la certeza de honrar al resto de sus congéneres con su presencia. Ya no
me atrevo a pedirle que me consiga un taxi.
Salgo al exterior en una
gélida noche de enero, donde aún quedan restos de la nevada de hace dos días y
confío en la suerte de poder conseguir un taxi antes de que me amputen algún
dedo del pie por congelación. Está claro que la moda se encuentra reñida con la
supervivencia. Gracias a Dios, un taxi para justo cuando el dedo gordo derecho
de mi pie comenzaba a dar señales de desfallecimiento. El conductor es un chico
libanés que lleva poco tiempo en New York y habla un extraño idioma, que él
afirma que es inglés. Aunque eso no le supone problema alguno para contarme con
todo lujo de detalles sus efemérides familiares. Al cabo de diez minutos
reconsidero que tal vez la opción de la hipotermia no hubiese sido tan mala.
¨Hemos llegado¨, me dice mi amigo
libanés. Porque ahora, sí, ya somos casi como hermanos, o por lo menos, yo ya
sé todo acerca de él.
Bueno, esta vez
confío en no ser el primero, porque en este templo esteta, donde todo el mundo
viene a lucirse como en un escaparate social, estar sólo, significa ser un
¨perdedor¨.
No tengo suerte, no han llegado todavía, y eso significa tomar un
aperitivo rodeado de extraños con alma extraña. Me acerco a la esquina de la
barra para estar un poco más aislado y pido un combinado de vodka Grey Goose.
En mi opinión, el mejor, a pesar de ser francés. Pero quizás sea un trendsetter
sometido a la dictadura de las modas, traje Armani, zapatos Allen Edmonds,
reloj. ¡Qué más da! Pero odio el Gin-Tonic, aunque ahora esté de suerte,
resulta que lo cool en esta ciudad es el vodka.
Mientras espero absorto
viendo el virtuosismo del barman, no me llega el momento de poder disfrutar de
ese sabor tan especial y fresco. ¡Por fin lo tengo ante mí y sólo para mí! Lo
cojo en mis manos, observo su brillo y me dirijo a tomar el primer tra…Hasta
que lo veo en el suelo derramado con la copa rota. Una chica rubia
se gira y me pide disculpas, yo me fijo en sus preciosos ojos verdes y sólo
llego articular un balbuceante¨ no pasa nada¨.
Ella insiste en pedirme disculpas e invitarme a otra copa. Y yo insisto en que
no hace falta, que ha sido un accidente, pensando si éste, después de todo,
será mi día de suerte.
¿El chico que la acompaña
quizás sea su pareja? De pronto todas mis ilusiones, quedan en eso,
ilusiones.