Debo suponer que la expresión de escepticismo que muestra
su cara es la misma que mostraba la mía hace un par de días cuando escuché por
primera vez la palabra ¨CHEMTRAILS¨, algo así, como rastros químicos. La
cuestión reside en esas bonitas estelas que dejan los aviones comerciales a su
paso, visibles especialmente en los días más despejados. Cada vez son más y
duran más tiempo, a veces con formas que no parecen fruto únicamente del
control del tráfico aéreo. Usted podrá pensar, como lo hice yo antes que usted,
que es una nueva absurda teoría de la conspiración aunque, para ser sincero, en
mi cabeza llevaba rondando desde hace años cómo resultaba posible que el rastro
de un avión pudiese ser visible casi durante un día entero, como no ocurría
cuando yo era pequeño, y ahora no encuentro una explicación a esa pertinaz
huella de la humedad evaporada por las turbinas de un reactor, que se condensa
debido a los cerca de cuarenta grados bajo cero a una altitud de doce mil
metros dejando una rastro que nunca debiera durar horas. Realmente he visto y
leído todo tipo de sandeces a este respecto, a excepción de el documental ¨ ¿Por
qué demonios nos fumigan? ¨, el cual aporta datos, testimonios, imágenes,
documentos oficiales, muy concretos de como sistemáticamente se emplea desde
hace décadas el óxido de aluminio y el bario para poder controlar el clima como un
arma de guerra, actualmente bajo la justificación del calentamiento global. Ahora ya
sabemos que no es una nueva invención de algún friki, es algo muy real; tanto,
como para que se haya pedido explicaciones al Parlamento Europeo y la gente se
haya manifestado a nivel mundial en contra de estos vuelos. Me gustaría pensar
que la pasividad de los gobiernos frente a un futuro nada halagüeño, respondía
a que aún nos quedaba un as en la manga para evitar el desastre ecológico
definitivo, sin embargo, todo indica que los objetivos que se persiguen no son
tan altruistas, y que los efectos de estas fumigaciones comienzan a afectar a
nuestra salud.
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