jueves, 15 de septiembre de 2016

RASTRO DE VIDA ( EL FARO DE VIGO)


    Despertador, luz, niños, desayuno, coche, carreras, colegio. Un nuevo septiembre comenzaba para Ester atosigada por el trabajo y la vuelta al cole de sus hijos. Todo era estresantemente normal: la tarjeta de crédito estaba que echaba humo y desde internet buscaba las mejores ofertas en ropa, libros, comida…Cada vez debía perderse menos en las miles de webs ofreciendo lo mismo a un precio más competitivo. Cada vez, la pantalla, como por arte de magia le mostraba cosas que no había buscado pero, al final, siempre le terminaban resultando de interés. Al principio no le dio mayor importancia, hasta que un día, de forma casi aterradora, el ordenador le recomendaba ropa para bebés; hacía tan solo dos semanas que sabía que sería madre de un tercer hijo. ¿Cómo era posible? Al llegar a casa se lo comentó a su marido, el cual, mirándola con cara de escepticismo le dijo que no se preocupase que seguro que había sido una simple casualidad. Ester, no muy convencida, pensó que tal vez fuese así. Al día siguiente cuando se enfrentó nuevamente a aquella pantalla, lo primero que hizo fue poner un trozo de cinta aislante en la cámara, lo segundo; pulsar el botón de encendido con su dedo tembloroso ¿Y si no había sido algo fortuito?¿ Y si su intimidad más intima había sido expuesta a millones de personas? Entonces…¿Qué le quedaría?¿Dónde escondería sus secretos, sus deseos, sus temores? Si la pantalla volvía a pensar por si misma y acertar, ya no se trataría de poner una venda en el ojo de un espía, se trataría de evitar dejar cualquier rastro digital de una vida; algo casi imposible: cada compra, cada acceso a internet, cada llamada de un móvil, cada canal seleccionado en la televisión de pago, cada periódico ojeado en el móvil, cada foto colgada en internet o whatsapp, dejaban un rastro imborrable de quien eras o habías sido. Esto lo sabía muy bien Alex, un broker de datos, que a unos cientos de kilómetros rastreaba la red con un algoritmo para ir consiguiendo los trozos de un puzle que al final conformarían una identidad. Algo no muy difícil y al mismo tiempo, muy lucrativo cuando se vendían esos preciados datos. A veces era tan simple como ver en una tarjeta de fidelización de un supermercado (detectando un descenso de consumo de alcohol y aumentado el de lácteos); como en el caso de Ester; otras, por el contrario, era un poco más complejo, pero el algoritmo auto aprendía rápidamente al ir aumentado su base de datos, desentrañando los perfiles más sorprendentes: gente con cáncer, ancianos, heteros, gays, solteros, casados, de izquierdas, de derechas… El siguiente paso para Alex sería poder vender perfiles de votantes y llegar a condicionar su voto en unas elecciones. Sin duda, algo muy simple una vez que sabías lo que comía; leía, deseaba; pensaba…¨la huella de una vida¨.
http://www.farodevigo.es/cartas/2016/09/15/huellas-vida/1533372.html

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