sábado, 26 de septiembre de 2015

MORIRÁS MAÑANA------------------RELATO------------- (3/2014)






MORIRÁS MAÑANA ( 3/2014)




¡MORIRÁS MAÑANA!



¡MORIRÁS MAÑANA!



Así hasta 107 e-mails, recibidos por 107 diferentes potenciales víctimas.

Gregory aún presionaba el botón del ratón mientras en su cabeza sólo resonaban esas dos palabras que pondrían fin a su existencia. Su mirada estaba congelada sobre las fotos adjuntas en las que aparecía con su hija Angie paseando por Tribeca.

La amenaza contenía una puntualización, todavía más macabra: ¨ si abandonas la ciudad alguien querido lo pagará por ti¨.

Todo carecía de sentido para Gregory, hasta este preciso instante estaba convencido de que no tenía enemigos, era una persona querida e implicada en labores sociales. Su familia de clase media alta se había dedicado durante generaciones a la educación universitaria, su mujer había muerto, víctima de un cáncer hacía seis años. Entonces, ¿quién o quiénes podrían tener alguna intención en acabar con su vida?

Cada e-mail abierto producía exactamente la misma respuesta por parte del destinatario, inicialmente una sensación de ira provocada por lo que parecía otra campaña de marketing agresivo, si no fuese por las imágenes de padres, hijos, amigos, compañeros...que mostraba la pantalla del ordenador. En ese instante, el corazón palpitaba con tal intensidad, que todo sonido externo quedaba ahogado bloqueando cualquier pensamiento racional. Llegados a este punto, todos trataban de identificar al remitente, para así confirmar lo que ya sabían, pero se resistían a reconocer: que no se trataba de ninguna broma de mal gusto.

La secretaria del presidente de la cadena de televisión CBS, había recibido otro e-mail en el que se adjunta una lista de los 107 nombres con datos personales de cada uno de ellos, y la advertencia de que en veinticuatro horas uno de esos 107 moriría irremediablemente. En caso de no hacerlo público, serían siete las personas que no verían un nuevo día, el ¨resto de afortunados ¨, tal vez, tuviesen mejor suerte, siempre que no huyesen de la ciudad.

En seguida Rebeca puso la información en conocimiento de su jefe, que a su vez consideró que lo mejor era contactar con el Departamento de Policía de Nueva York. Tan sólo una hora después estaban en las oficinas de la CBS, agentes del F.B.I y de la policía, tratando de examinar aquel correo electrónico. En poco tiempo llegaron a la conclusión, por la forma de redacción, el tipo de letra y las fotos adjuntas, que no se trataba de una broma. Intentaron rastrear la ip del ordenador desde el que se había realizado el envío, como ya se temían, había pasado por toda una red de servidores a lo largo del mundo haciendo imposible determinar su origen.

Ahora la cuestión era si correrían el riesgo de no hacerlo público, porque el efecto de realizar un comunicado provocaría un pánico generalizado con consecuencias más dramáticas que siete fallecimientos, sobre todo, debido a que en unos días tendrían lugar las elecciones para La Presidencia de Estados Unidos. 

La realidad era que decidiesen lo que decidiesen, las cartas ya estaban echadas.  El anónimo remitente se había cuidado mucho de conseguir crear ese estado de pánico. Sólo 107 no podrían abandonar la ciudad, pero sus allegados tendrían absoluta libertad para hacerlo, en otras palabras,tratarían de garantizar su seguridad alejándose de Nueva York, lo que sin duda, provocaría un reacción en cadena al comentarlo con otros amigos, y estos a su vez con otros y otros y…

Nadie sabía cuáles eran las pretensiones de este individuo, incluso se barajaba la posibilidad de que fuese un acto de alguna facción fundamentalista, de ser así, debiera haber constancia de alguna reivindicación o manifestación de autoría. Y, ¿cuál era el objetivo?: ¿bloquear el principio más sagrado de los Estados Unidos?, su democracia; ¿generar un estado de histeria colectiva?

Todo apuntaba a que un lobo solitario quería tomarse por su mano la justicia, esa, que posiblemente le había sido negada en algún momento de su vida. 107 siete objetivos para un solo individuo suponía un hándicap importante. A su favor tenía pasar desapercibido en una ciudad de más de ocho millones de personas.

El F.B.I, estaba tratando de encontrar un patrón que vinculase a todas las víctimas, sin éxito alguno hasta el momento. Había mujeres, hombres, ancianos, blancos, negros… profesiones y personas sin relación aparente alguna. Pero lo peor, había 19 personajes relevantes de la vida social americana en la lista.

Gregory había telefoneado a sus padres para decirles que se fueran de la ciudad a casa de su tía en Atlanta, tratando infructuosamente de no entrar en detalles. Su tono de voz y su insistencia hizo que fuese evidente para ellos que algo muy grave estaba ocurriendo. En ese preciso instante él timbre del interfono interrumpió la conversación. Gregory sólo escuchaba la voz nerviosa de su madre al otro lado del teléfono, sus intentos por tranquilizarla conseguían el efecto contrario. El sonido agudo del timbre, esta vez más insistente, hacía que no encontrarse las palabras que necesitaba, escudriñaba angustiosamente en su cerebro en busca de la frase adecuada, hasta que el hiriente sonido del interfono ya no dejó de sonar, haciendo que un sentimiento de ira se apoderase de él. Violentamente se dirigió a ver en la pantalla quién era el impresentable que llamaba con tal agresividad. En seguida pudo ver la imagen de dos policías, en fracciones de segundo, las piezas del puzle encajaron. Si los agentes habían llegado tan rápido es que él era sólo una pequeña parte de algo más grande. O tal vez simplemente su presencia fuera fruto de una coincidencia: idea que desechó en seguida, al fin y al cabo era la primera vez, hasta donde su memoria le alcanzaba, que la policía se presentaba en su domicilio.

  • Buenos días.
  • Buenos días. ¿Es usted Gregory Rasmussen?
  • Sí. ¿En qué puedo ayudarles?
  • ¿Nos puede abrir?, querríamos hablar con usted.
    Cuando ya iba a proceder a pulsar el interruptor que abriría la puerta, le asaltó una duda: ¨ y si realmente no eran policías y tenían algo que ver con aquel e-mail, y si…¨
  • ¿Podrían mostrar sus placas a la cámara?
  • Se las enseñaremos personalmente. ¿Nos puede abrir? ¡Por favor!
                La sospecha se empezaba a transformar en miedo. ¿Por qué no enseñaban sus placas?
  • Comprenderán que quiera estar seguro de a quién abro la puerta.
  • No sea absurdo ¡Abra de una vez!
  • Al menos díganme de que comisaría vienen.
                 Paradójicamente, los policías llegaron a la misma conclusión que Gregory. Tantas reticencias para abrir una puerta parecían querer indicar alguna relación con aquellos mensajes.
                A ambos lados del interfono ninguna de las dos partes cedía en sus pretensiones, haciendo que la tensión empezase a ser palpable.
    -¡Gregory!, ¡Gregory! ¿Qué ocurre hijo? Gritaba su madre, como testigo en la distancia de una desgracia que se cernía inapelable sobre su hijo.
  • ¡No se lo pienso repetir más!¡Abra inmediatamente!
  • ¿Estás bien Gregory? ¡Contesta! ¡Por Dios dime algo, soy tu madre!
  • No les veo en la pantalla. Sigo sin ver sus placas…
      Un estruendo precedió a dar paso a la figura de los dos agentes, tras la puerta derribada.
  • ¡Túmbese con las manos en la cabeza! ¡Túmbese ya!
  • ¡Gregory, Gregory! ¿Qué te están haciendo?
  • Déjenme coger teléfono. ¡Es mi madre! Por favor déjenme…
  • ¡No se mueva! ¡No…!
    El sonido de un disparo fue lo último que se pudo escuchar.
    -¡Hijo! ¡Hijo! ¿Estás bien? Era lo que su madre, impotente gritaba desde el otro lado de aquel infinito ¨cordón umbilical¨ a punto de romperse para siempre, ése mismo, que le apartaría del niño que siempre había tratado de proteger en los peores momentos.
                Mientras se desplomaba por el impacto de una bala en el abdomen, sólo pensaba en que no se había podido despedir de su hija Angie.
                Al llegar a Belt Parkwy Anouk se encontró con el mismo tráfico de siempre, una estridente bocina utilizada a modo de amenaza, consiguió que echase una mirada a el retrovisor que le devolvía la imagen de un Cadillac Escalade, una enormidad de coche¨ todo terreno¨ con cristales tintados y llantas cromadas giratorias, que gritaban a los cuatros vientos: ¨ ¡Apártate de mi camino si no quieres tener problemas! ¨ No entendía como no había sido capaz de escuchar la música de hip-hop que les precedía media hora antes de hacerse visibles, lo peor es que ahora los tenía a la par con las cuatro ventanillas bajadas, a través de la cuales llegaba a estimar unos seiscientos kilos de esteroides controlados por cerebros oprimidos por pañoletas. Una pequeña esperanza, se adueñó de ella, cuando el copiloto le sonrió mostrándole varios dientes de oro, que le conferían cierta ternura, si no fuese por la automática con la que acababa de simular que le disparaba. El Escalade se había parado dejando un rastro de humo blanco y goma, para que el copiloto se bajase, y justo cuando el corazón de Anouk estaba a punto de abandonarla aferrada al volante, los ciento cincuenta kilos contenidos por un pantalón vaquero a la altura de las rodillas decidieron retornar al interior del coche negro, desapareciendo con la misma estridencia que habían aparecido. Todo cobró sentido cuando una patrulla de la policía con la sirena puesta, les adelantó a todos. Al parecer el atasco se debía a una emergencia de seguridad en la ciudad. Estaba claro que el buen Dios tenía otros planes para Anouk, si conseguía antes que sus pulsaciones bajasen. Tantos proyectos, tantos miedos, para que todo cambiase en un minuto. La cuestión estribaba en saber cuándo llegaría ese momento. Una vez pasados los controles de la policía se le hizo más fácil llegar al hospital, sus emociones al ver el hall del hospital ya no eran las mismas de todos los días: el cansancio de una nueva guardia, la desesperación de los pacientes, esta vez, podía haber sido la suya misma después de su fatal encuentro en la autopista. Todo se esfumó en un momento, cuando el aullido desgarrador de una ambulancia le puso en alerta, para escuchar poco después ¨varón blanco cuarenta y dos años herida de arma de fuego en zona abdominal ¨. Estaba claro que su reunión con el jefe de servicio seguramente se vería aplazada por un ingreso urgente en la unidad. Subió andando los seis pisos, como hacía siempre, para hacer un poco ejercicio, ya que el trabajo no le permitía disfrutar de mucho tiempo libre, al llegar al servicio de anestesia casi chocó en el pasillo con una colega, que corría en dirección al quirófano. Sólo tuvo margen a comentarle a Anouk que un hombre había sido alcanzado por los disparos de la policía, y era de vital importancia que sobreviviese, al parecer el requerimiento procedía del mismísimo alcalde de Nueva York.
                - ¿Qué piensan que no hacemos siempre lo imposible para que todos los pacientes sobrevivan? Debo dejarte Anouk .
                El paciente herido por la policía se debatía en el quirófano entre la muerte y la¨ muerte¨, tres balas: dos esquirlas del esternón se había alojado en el corazón, otra en el intestino parecía que podía haber dañado la artería mesentérica, la última con orificio de entrada y salida. En el sueño del que ya no despertaría veía a su hija estirando su brazo para alcanzarle, pero la distancia entre la pequeña mano y la suya se iba haciendo cada vez mayor, hasta que él se despidió con una sonrisa diciéndole, todo irá bien cariño, todo irá bien…El pitido del respirador puso fin a su último sueño mientras la imagen de su hija desaparecía. Ya casi todo era oscuridad, sólo algunas neuronas en su lucha por la supervivencia enviaban intensas señales de destellos blancos en medio de un todo negro, mientras su cuerpo rebotaba en la camilla con cada descarga del desfibrilador. La hemorragia no estaba del todo controlada, y el agotado corazón, seriamente dañado, a pesar de haberse podido retirar los fragmentos del esternón volvía a palpitar levemente. Lo habían conseguido, no estaba estabilizado, pero seguía con vida, ahora le tocaba el turno a intensivos, para obrar otro milagro más, mantener con vida a ese paciente con la improbable esperanza de poder revertir su coma.           
                Después de una agotadora jornada a Anouk le esperaba Marcus, leyendo en el sofá de casa. El susto del sonido de las llaves en la cerradura hizo que el libro se precipitase de sus manos a la moqueta, quedando abierto boca arriba mientras Marcus se dirigía a darle un beso a Anouk.
                -¿Un día duro?
                -Ni te lo imaginas. Un hombre abatido por la policía que sólo hacía repetir el nombre de su hija. ¿Y tú que estabas leyendo?
    En la página entreabierta a punto de cerrarse se podía leer: ¨ Finalmente Gregory no se repondría del coma, llevándose todos sus secretos el mismo día que los periódicos anunciaban Las Elecciones Presidenciales … ¨

viernes, 25 de septiembre de 2015

EL DESEO DE NO TENER DESEOS (EL PAÍS 31/08/15)

EL DESEO DE NO TENER DESEOS

http://elpais.com/elpais/2015/08/31/opinion/1441020704_703072.html
    Esperanzas, ilusiones, una sonrisa regalada por un vecino en la escalera; ajeno a los ecos de las noticias que hablan de lo afortunados que somos. Y a pesar de ello, nos seguimos empeñando en derrochar el tiempo en un vano intento de anticiparnos a un futuro que nos presentan desolador, como si de una vacuna se tratase que nos inmunice ante lo peor, para que, así, sumisos, reneguemos al peligroso poder del deseo de tener deseos, de la ilusión; de la felicidad de esos chavales enamorados que me acabo de cruzar. Seguros de que pueden cambiar el mundo, su mundo. ¿En qué momento decidimos que tenemos más que perder que ganar, convirtiéndonos en meros testigos impasibles de los infortunios que nos convencemos en pensar que sólo le ocurrirían a otros, amordazando así nuestras consciencias con las telas de lo material? Al menos, debemos seguir intentando construir un presente y un futuro mejor, por todos aquellos que ya no tienen nada que perder.

  ( Antón Santiago)

http://elpais.com/elpais/2015/08/31/opinion/1441020704_703072.html





EL AFILADOR (EL FARO DE VIGO 03/09/15)

EL AFILADOR

farodevigo.es/cartas/2015/09/03/afilador/1306831.html


      Algo parece despertar a mi hija una mañana de sábado: "¿papá qué es ese ruido?" -pregunta ella-. Con el sol del verano castigando el cristal de mi ventana me dirijo a comprobar que esas notas inequívocamente discordes pertenecen a un encorvado anciano que un "millón de años" atrás imaginó conseguir un futuro mejor, que tan solo lo fue por el hecho de seguir haciendo lo mismo, pero ahora, sobre un destartalado vespino con el contrapeso de las derrotadas ruedas de afilar y, por única compañía, la solitaria respuesta del eco del xilófono rebotado en los hostiles edificios de la ciudad.
     Allá, donde los niños ya no reconocen el sonido de nuestro pasado, como si este nunca hubiese existido.
     Mientras sus padres, impasibles, reniegan selectivamente de esa parte de la memoria en un juramento por la modernidad, evitando la mirada que les reflejaría en un tiempo en el que todo y todos éramos muy diferentes.
    No te rindas, afilador, no dejes de hacer vibrar nuestros recuerdos con tus notas, gritando que cualquier pasado fue diferente, pero necesario



http://www.farodevigo.es/cartas/2015/09/03/afilador/1306831.html

EL MUNDO

    


MUROS DE PAPEL





- ¡El maldito sonido del despertador! Otra vez al cole: mi madre intentando despertarme; el desayuno esperándome; un peine amenazante presto para el combate con mi pelo mientras mi padre se despide camino de la oficina.

            ¡El maldito sonido de las bombas! Ya no hay colegio: mi madre intenta protegerme; ya no hay comida; en mi pelo se acumula el polvo de las ruinas, mi padre ha muerto injustamente en la búsqueda de la justicia.

            Me llamo igual que tú y tengo tu misma edad, trece años. Hasta hace unos meses vivía en Alepo, la ciudad más grande de Siria.

            - Lo siento, Fátima, yo aún tengo la suerte de poder ir al colegio en una ciudad mucho más pequeña en España. Mi padre dice que no nos interesa darnos cuenta de que la historia se repite una y mil veces con muros y alambradas tras los que ocultar la codicia humana, justificada por la falsa amenaza de aquellos que reclaman una ínfima parte de lo que antes les ha sido arrebatado de sus países para nuestro bienestar. Hasta que un día, ninguna alambrada pueda parar el avance del ¨sur al norte ¨            .

Tenemos el mismo nombre, la misma edad y también tengo, amigos que van sin desayunar al cole. ¿Por qué, si aquí no hay guerra?


http://www.e

COMO CADA SÁBADO--------------------------LIBRO------------------------( 8/2013)



COMO CADA SÁBADO



SINOPSIS


    Como cada sábado, Marcus intentará liberarse de ese maldito sótano; como cada sábado, intentará saber quién es la causante de los extraños sucesos del piso de arriba; como cada sábado, intentará concluir el invento que pueda dar una oportunidad al mundo, aunque exista quien deseé todo lo contrario.



ÍNDICE:


0001----------------------------------pág3

0010----------------------------------pág73
0011----------------------------------pág167
0100----------------------------------pág208
0110----------------------------------pág293




0001

         Como cada mañana de cada sábado desde hace cinco años me encuentro obligado a estar aquí, con la esperanza cada vez más lejana de que algún día me pueda escapar de este sótano, para que esto se convierta en un mal recuerdo en mi memoria.

¡Otra vez no! ¿Dónde está la pareja de este calcetín? Estoy casi convencido de que las lavadoras de alguna manera activan un portal interdimensional. Me puedo imaginar a extraños seres de otro planeta esquivando una lluvia de calcetines para no ser sepultados por todas las prendas que desaparecen en cada lavado: ¨Buenos días¨, me saluda mi vecina interrumpiendo mis pensamientos.



- Me acaban de comentar que ya han alquilado el 16E- dice Julia, la madre de Nu, al tiempo que apoya su cesta de ropa en una silla.



-Sí, y parece ser que se trata de una extranjera, responde la excéntrica Sophie, la más anciana del edificio.



           - Os veo muy bien informadas. Sólo espero que sea menos ruidosa que el anterior inquilino, digo dejando tras de mí el cuarto común de lavadoras del edificio.



             Entro en el ascensor, pulso el botón 15 que, como era habitual, requería de cierto cariño para que obedecieses con la sumisión que se le presupone a una máquina. A pesar de que parecía tener un único propósito en su metálica existencia: impedir mi llegada a casa. Eso, o es que cuidaba mucho de mi salud. Un piso por encima; esta vez he sido afortunado, me ha dejado cerca. Para colmo de males había alguien en el rellano. No tengo ganas de mantener una conversación absurda a cerca del tiempo. Mientras las puertas terminan de chirriar al abrirse trato de elaborar una predicción de a quién me encontraré al otro lado, tal vez a el señor Dolan, veterano del Vietnan, hombre de pocas palabras y modales castrenses o quizás James, con alguna morena de infinitas piernas, como cada mañana de cada sábado. Siempre, por ¨estricta prescripción médica¨. Sin duda, ser un doctor soltero y bien parecido tenía sus ventajas... ¿Y si fuese la nueva inquilina?, una rubia, de esas que estaban excluidas de la ¨dieta de latinas¨ del buen Doctor James.



Tres, dos, uno; cojo aire y confío en que esta vez la suerte esté de mi parte. ¡Genial!, no hay nadie. Juraría que había escuchado a alguien, pero lo único con lo que me encuentro es un sonido mecánico repetitivo que no logro identificar, justo en el piso de mi nueva vecina.



        Vuelvo a jugar a la lotería pulsando el botón número 15, pero...! Cómo no!, esta vez,

Simplemente ni me hace caso. Derrotado, salgo del interior de ese cacharro y antes de bajar andando me acerco a la puerta de la que sale ese sonido indefinible. Al llegar a la alfombrilla, que tiene una inscripción con unos símbolos que no alcanzo a descifrar, mi corazón se acelera, pero aún así apoyo mi oreja en la puerta y justo en ese preciso instante, el sonido se extingue amortiguándose en el aire, como si se parase el tiempo. Tal vez me ha descubierto la extranjera, tal vez no sea exótica, ni bella, tal vez...



           - ¿Marcus que haces ahí?-dice la pequeña Nu.



           Sorprendido todavía con mi cabeza en la puerta, intento encontrar una respuesta para evitar el ridículo. Como si me hubiesen propinado un golpe en la espalda, sale de mi boca un ¨ ¡Hola Nu! , ¿tú tampoco has podido coger el ascensor?, supongo. 



            - He visto que marcaba el piso 16 y como no bajaba he subido a ver que le ocurría. Pero… ¿Qué hacías en esa puerta?-responde.



             - ¿No has escuchado ese ruido?- respondo ruborizado.                                                                



            - La verdad es que yo no he escuchado nada. Ya…la nueva vecina-dice ella dejándome en evidencia..



            En ese preciso instante debía elegir entre la menor de las humillaciones para mi ego o quedar como un cotilla, o  peor todavía, quedar como un patético desesperado en busca de una aventura.



-Nu ,Nu, Nu…Siempre inventando cuentos.¿Algún día aprenderás que no todo es lo que parece?- Pero, ¿ qué hago tratando de justificarme con una niña ?, me digo a mi mismo.



¡Venga, vamos para casa!



         -Pero, ¿has podido ver a nuestra vecina, o sólo estabas cotilleando?-insiste ella.



         -Para ser tan pequeña debo reconocer que eres francamente perseverante-respondo



         -¡Adiós!- digo introduciendo la llave en la cerradura.



          -¡Adiós!-dijo Nu mientras bajaba los quince pisos corriendo.



          -¡Ah¡…no hace falta que escuches en mi puerta. No hay nadie,ja, ja,ja…



            ¡Niños! Lo peor es que ahora se lo comentará a su madre y quedaré como un idiota.



            Mientras me esfuerzo por olvidar el rídiculo que he protagonizado, vuelvo a escuchar



ese misterioso sonido, proveniente del piso de arriba. Enciendo el ordenador, atascado por la infinidad de e-mail que debo responder después de un par de semanas de vacaciones aislado de la civilización. A pesar de todo, no desaparece el maldito ruido. Un nuevo e-mail se apila en la bandeja de entrada, con asunto ¨ puerta equivocada ¨. En ese preciso momento se hace un silencio total en el edificio y me quedo a oscuras .Me asomo enseguida a la puerta para comprobar si hay luz en el rellano, parece que ha debido afectarme a mí sólo. Cojo la linterna de la entrada y voy a comprobar el cuadro eléctrico, pero antes de que pueda comprobar que todos los interruptores están bien, vuelve la corriente a mi piso. 



             Ahora que puedo volver a ver el último e-mail. Un escalofrío recorre mi cuerpo:



ningún vecino conoce mi dirección de correo y lo recibo justo después del incidente con Nu. En cualquier caso debo ducharme para cenar con Anne y Steven, y así contarles las incidencias de mi viaje.



            Mientras las gotas de agua recorren mi cuerpo me resulta imposible olvidar lo cómodo que resultaba lavar la ropa con tu propia lavadora sin necesidad de compartir con el resto de la humanidad mis gustos en ropa interior. Será por ello que al salir de la ducha miro el cajón de mis calzoncillos pensando que opinará la anciana Shopie al ver en ellos al Coyote persiguiendo al Correcaminos. Enseguida abandono la idea…prefiero vivir en la ignorancia.



             Una vez vestido de forma adecuada para cenar en Parsifore, debo decidir si será mejor coger un taxi o ir en coche. Supongo que Steve llevará su flamante Camaro y me podrá acercar a la vuelta. Cierro la puerta y me dirijo al ascensor, confiando en no tener que bajar andando. Pulso el botón y, a medida que se acerca, las dudas me asaltan. Se está acercando, parece que hay alguien hablando en el interior, aunque no logro identificar bien el idioma. Ya sólo está dos pisos por debajo... un piso... ¿Se parará?, ¿seguirá de largo? ¡Bingo!, se ha detenido; sin pasajero alguno…                                                            



            ¿Otra puerta espacio temporal?, rio no muy convencido, teniendo en cuenta que aún debo bajar quince pisos. Las puertas no se cierran; súbitamente sube al piso 16; espero ansiosamente a que se abran nuevamente, convencido de no correr el riesgo de acometer un descenso en ese engendro con vida propia, me esfuerzo por salir. No se abren las puertas y, como por arte de magia, sin tocar botón alguno, baja al hall. Al salir respiro con alivio y le comento a Fred, el conserje, que deben arreglar el ascensor del ala oeste. Él responde asintiendo levemente con su cabeza, con la desidia de aquel que se cree en la certeza de honrar al resto de sus congéneres con su presencia. Ya no me atrevo a pedirle que me consiga un taxi.



             Salgo al exterior en una gélida noche de enero, donde aún quedan restos de la nevada de hace dos días y confío en la suerte de poder conseguir un taxi antes de que me amputen algún dedo del pie por congelación. Está claro que la moda se encuentra reñida con la supervivencia. Gracias a Dios, un taxi para justo cuando el dedo gordo derecho de mi pie comenzaba a dar señales de desfallecimiento. El conductor es un chico libanés que lleva poco tiempo en New York y habla un extraño idioma, que él afirma que es inglés. Aunque eso no le supone problema alguno para contarme con todo lujo de detalles sus efemérides familiares. Al cabo de diez minutos reconsidero que tal vez la opción de la hipotermia no hubiese sido tan mala.



            ¨Hemos llegado¨, me dice mi amigo libanés. Porque ahora, sí, ya somos casi como hermanos, o por lo menos, yo ya sé todo acerca de él.



Bueno, esta vez confío en no ser el primero, porque en este templo esteta, donde todo el mundo viene a lucirse como en un escaparate social, estar sólo, significa ser un ¨perdedor¨.



             No tengo suerte, no han llegado todavía, y eso significa tomar un aperitivo rodeado de extraños con alma extraña. Me acerco a la esquina de la barra para estar un poco más aislado y pido un combinado de vodka Grey Goose. En mi opinión, el mejor, a pesar de ser francés. Pero quizás sea un trendsetter sometido a la dictadura de las modas, traje Armani, zapatos Allen Edmonds, reloj. ¡Qué más da! Pero odio el Gin-Tonic, aunque ahora esté de suerte, resulta que lo cool en esta ciudad es el vodka.



            Mientras espero absorto viendo el virtuosismo del barman, no me llega el momento de poder disfrutar de ese sabor tan especial y fresco. ¡Por fin lo tengo ante mí y sólo para mí! Lo cojo en mis manos, observo su brillo y me dirijo a tomar el primer tra…Hasta que lo veo en el suelo derramado con la copa rota.  Una chica rubia se gira y me pide disculpas, yo me fijo en sus preciosos ojos verdes y sólo llego articular un balbuceante¨ no pasa nada¨.



            Ella insiste en pedirme disculpas e invitarme a otra copa. Y yo insisto en que no hace falta, que ha sido un accidente, pensando si éste, después de todo, será mi día de suerte.



            ¿El chico que la acompaña quizás sea su pareja? De pronto todas mis ilusiones, quedan en eso, ilusiones.