viernes, 25 de septiembre de 2015

COMO CADA SÁBADO--------------------------LIBRO------------------------( 8/2013)



COMO CADA SÁBADO



SINOPSIS


    Como cada sábado, Marcus intentará liberarse de ese maldito sótano; como cada sábado, intentará saber quién es la causante de los extraños sucesos del piso de arriba; como cada sábado, intentará concluir el invento que pueda dar una oportunidad al mundo, aunque exista quien deseé todo lo contrario.



ÍNDICE:


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0010----------------------------------pág73
0011----------------------------------pág167
0100----------------------------------pág208
0110----------------------------------pág293




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         Como cada mañana de cada sábado desde hace cinco años me encuentro obligado a estar aquí, con la esperanza cada vez más lejana de que algún día me pueda escapar de este sótano, para que esto se convierta en un mal recuerdo en mi memoria.

¡Otra vez no! ¿Dónde está la pareja de este calcetín? Estoy casi convencido de que las lavadoras de alguna manera activan un portal interdimensional. Me puedo imaginar a extraños seres de otro planeta esquivando una lluvia de calcetines para no ser sepultados por todas las prendas que desaparecen en cada lavado: ¨Buenos días¨, me saluda mi vecina interrumpiendo mis pensamientos.



- Me acaban de comentar que ya han alquilado el 16E- dice Julia, la madre de Nu, al tiempo que apoya su cesta de ropa en una silla.



-Sí, y parece ser que se trata de una extranjera, responde la excéntrica Sophie, la más anciana del edificio.



           - Os veo muy bien informadas. Sólo espero que sea menos ruidosa que el anterior inquilino, digo dejando tras de mí el cuarto común de lavadoras del edificio.



             Entro en el ascensor, pulso el botón 15 que, como era habitual, requería de cierto cariño para que obedecieses con la sumisión que se le presupone a una máquina. A pesar de que parecía tener un único propósito en su metálica existencia: impedir mi llegada a casa. Eso, o es que cuidaba mucho de mi salud. Un piso por encima; esta vez he sido afortunado, me ha dejado cerca. Para colmo de males había alguien en el rellano. No tengo ganas de mantener una conversación absurda a cerca del tiempo. Mientras las puertas terminan de chirriar al abrirse trato de elaborar una predicción de a quién me encontraré al otro lado, tal vez a el señor Dolan, veterano del Vietnan, hombre de pocas palabras y modales castrenses o quizás James, con alguna morena de infinitas piernas, como cada mañana de cada sábado. Siempre, por ¨estricta prescripción médica¨. Sin duda, ser un doctor soltero y bien parecido tenía sus ventajas... ¿Y si fuese la nueva inquilina?, una rubia, de esas que estaban excluidas de la ¨dieta de latinas¨ del buen Doctor James.



Tres, dos, uno; cojo aire y confío en que esta vez la suerte esté de mi parte. ¡Genial!, no hay nadie. Juraría que había escuchado a alguien, pero lo único con lo que me encuentro es un sonido mecánico repetitivo que no logro identificar, justo en el piso de mi nueva vecina.



        Vuelvo a jugar a la lotería pulsando el botón número 15, pero...! Cómo no!, esta vez,

Simplemente ni me hace caso. Derrotado, salgo del interior de ese cacharro y antes de bajar andando me acerco a la puerta de la que sale ese sonido indefinible. Al llegar a la alfombrilla, que tiene una inscripción con unos símbolos que no alcanzo a descifrar, mi corazón se acelera, pero aún así apoyo mi oreja en la puerta y justo en ese preciso instante, el sonido se extingue amortiguándose en el aire, como si se parase el tiempo. Tal vez me ha descubierto la extranjera, tal vez no sea exótica, ni bella, tal vez...



           - ¿Marcus que haces ahí?-dice la pequeña Nu.



           Sorprendido todavía con mi cabeza en la puerta, intento encontrar una respuesta para evitar el ridículo. Como si me hubiesen propinado un golpe en la espalda, sale de mi boca un ¨ ¡Hola Nu! , ¿tú tampoco has podido coger el ascensor?, supongo. 



            - He visto que marcaba el piso 16 y como no bajaba he subido a ver que le ocurría. Pero… ¿Qué hacías en esa puerta?-responde.



             - ¿No has escuchado ese ruido?- respondo ruborizado.                                                                



            - La verdad es que yo no he escuchado nada. Ya…la nueva vecina-dice ella dejándome en evidencia..



            En ese preciso instante debía elegir entre la menor de las humillaciones para mi ego o quedar como un cotilla, o  peor todavía, quedar como un patético desesperado en busca de una aventura.



-Nu ,Nu, Nu…Siempre inventando cuentos.¿Algún día aprenderás que no todo es lo que parece?- Pero, ¿ qué hago tratando de justificarme con una niña ?, me digo a mi mismo.



¡Venga, vamos para casa!



         -Pero, ¿has podido ver a nuestra vecina, o sólo estabas cotilleando?-insiste ella.



         -Para ser tan pequeña debo reconocer que eres francamente perseverante-respondo



         -¡Adiós!- digo introduciendo la llave en la cerradura.



          -¡Adiós!-dijo Nu mientras bajaba los quince pisos corriendo.



          -¡Ah¡…no hace falta que escuches en mi puerta. No hay nadie,ja, ja,ja…



            ¡Niños! Lo peor es que ahora se lo comentará a su madre y quedaré como un idiota.



            Mientras me esfuerzo por olvidar el rídiculo que he protagonizado, vuelvo a escuchar



ese misterioso sonido, proveniente del piso de arriba. Enciendo el ordenador, atascado por la infinidad de e-mail que debo responder después de un par de semanas de vacaciones aislado de la civilización. A pesar de todo, no desaparece el maldito ruido. Un nuevo e-mail se apila en la bandeja de entrada, con asunto ¨ puerta equivocada ¨. En ese preciso momento se hace un silencio total en el edificio y me quedo a oscuras .Me asomo enseguida a la puerta para comprobar si hay luz en el rellano, parece que ha debido afectarme a mí sólo. Cojo la linterna de la entrada y voy a comprobar el cuadro eléctrico, pero antes de que pueda comprobar que todos los interruptores están bien, vuelve la corriente a mi piso. 



             Ahora que puedo volver a ver el último e-mail. Un escalofrío recorre mi cuerpo:



ningún vecino conoce mi dirección de correo y lo recibo justo después del incidente con Nu. En cualquier caso debo ducharme para cenar con Anne y Steven, y así contarles las incidencias de mi viaje.



            Mientras las gotas de agua recorren mi cuerpo me resulta imposible olvidar lo cómodo que resultaba lavar la ropa con tu propia lavadora sin necesidad de compartir con el resto de la humanidad mis gustos en ropa interior. Será por ello que al salir de la ducha miro el cajón de mis calzoncillos pensando que opinará la anciana Shopie al ver en ellos al Coyote persiguiendo al Correcaminos. Enseguida abandono la idea…prefiero vivir en la ignorancia.



             Una vez vestido de forma adecuada para cenar en Parsifore, debo decidir si será mejor coger un taxi o ir en coche. Supongo que Steve llevará su flamante Camaro y me podrá acercar a la vuelta. Cierro la puerta y me dirijo al ascensor, confiando en no tener que bajar andando. Pulso el botón y, a medida que se acerca, las dudas me asaltan. Se está acercando, parece que hay alguien hablando en el interior, aunque no logro identificar bien el idioma. Ya sólo está dos pisos por debajo... un piso... ¿Se parará?, ¿seguirá de largo? ¡Bingo!, se ha detenido; sin pasajero alguno…                                                            



            ¿Otra puerta espacio temporal?, rio no muy convencido, teniendo en cuenta que aún debo bajar quince pisos. Las puertas no se cierran; súbitamente sube al piso 16; espero ansiosamente a que se abran nuevamente, convencido de no correr el riesgo de acometer un descenso en ese engendro con vida propia, me esfuerzo por salir. No se abren las puertas y, como por arte de magia, sin tocar botón alguno, baja al hall. Al salir respiro con alivio y le comento a Fred, el conserje, que deben arreglar el ascensor del ala oeste. Él responde asintiendo levemente con su cabeza, con la desidia de aquel que se cree en la certeza de honrar al resto de sus congéneres con su presencia. Ya no me atrevo a pedirle que me consiga un taxi.



             Salgo al exterior en una gélida noche de enero, donde aún quedan restos de la nevada de hace dos días y confío en la suerte de poder conseguir un taxi antes de que me amputen algún dedo del pie por congelación. Está claro que la moda se encuentra reñida con la supervivencia. Gracias a Dios, un taxi para justo cuando el dedo gordo derecho de mi pie comenzaba a dar señales de desfallecimiento. El conductor es un chico libanés que lleva poco tiempo en New York y habla un extraño idioma, que él afirma que es inglés. Aunque eso no le supone problema alguno para contarme con todo lujo de detalles sus efemérides familiares. Al cabo de diez minutos reconsidero que tal vez la opción de la hipotermia no hubiese sido tan mala.



            ¨Hemos llegado¨, me dice mi amigo libanés. Porque ahora, sí, ya somos casi como hermanos, o por lo menos, yo ya sé todo acerca de él.



Bueno, esta vez confío en no ser el primero, porque en este templo esteta, donde todo el mundo viene a lucirse como en un escaparate social, estar sólo, significa ser un ¨perdedor¨.



             No tengo suerte, no han llegado todavía, y eso significa tomar un aperitivo rodeado de extraños con alma extraña. Me acerco a la esquina de la barra para estar un poco más aislado y pido un combinado de vodka Grey Goose. En mi opinión, el mejor, a pesar de ser francés. Pero quizás sea un trendsetter sometido a la dictadura de las modas, traje Armani, zapatos Allen Edmonds, reloj. ¡Qué más da! Pero odio el Gin-Tonic, aunque ahora esté de suerte, resulta que lo cool en esta ciudad es el vodka.



            Mientras espero absorto viendo el virtuosismo del barman, no me llega el momento de poder disfrutar de ese sabor tan especial y fresco. ¡Por fin lo tengo ante mí y sólo para mí! Lo cojo en mis manos, observo su brillo y me dirijo a tomar el primer tra…Hasta que lo veo en el suelo derramado con la copa rota.  Una chica rubia se gira y me pide disculpas, yo me fijo en sus preciosos ojos verdes y sólo llego articular un balbuceante¨ no pasa nada¨.



            Ella insiste en pedirme disculpas e invitarme a otra copa. Y yo insisto en que no hace falta, que ha sido un accidente, pensando si éste, después de todo, será mi día de suerte.



            ¿El chico que la acompaña quizás sea su pareja? De pronto todas mis ilusiones, quedan en eso, ilusiones.


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