sábado, 26 de septiembre de 2015

MORIRÁS MAÑANA------------------RELATO------------- (3/2014)






MORIRÁS MAÑANA ( 3/2014)




¡MORIRÁS MAÑANA!



¡MORIRÁS MAÑANA!



Así hasta 107 e-mails, recibidos por 107 diferentes potenciales víctimas.

Gregory aún presionaba el botón del ratón mientras en su cabeza sólo resonaban esas dos palabras que pondrían fin a su existencia. Su mirada estaba congelada sobre las fotos adjuntas en las que aparecía con su hija Angie paseando por Tribeca.

La amenaza contenía una puntualización, todavía más macabra: ¨ si abandonas la ciudad alguien querido lo pagará por ti¨.

Todo carecía de sentido para Gregory, hasta este preciso instante estaba convencido de que no tenía enemigos, era una persona querida e implicada en labores sociales. Su familia de clase media alta se había dedicado durante generaciones a la educación universitaria, su mujer había muerto, víctima de un cáncer hacía seis años. Entonces, ¿quién o quiénes podrían tener alguna intención en acabar con su vida?

Cada e-mail abierto producía exactamente la misma respuesta por parte del destinatario, inicialmente una sensación de ira provocada por lo que parecía otra campaña de marketing agresivo, si no fuese por las imágenes de padres, hijos, amigos, compañeros...que mostraba la pantalla del ordenador. En ese instante, el corazón palpitaba con tal intensidad, que todo sonido externo quedaba ahogado bloqueando cualquier pensamiento racional. Llegados a este punto, todos trataban de identificar al remitente, para así confirmar lo que ya sabían, pero se resistían a reconocer: que no se trataba de ninguna broma de mal gusto.

La secretaria del presidente de la cadena de televisión CBS, había recibido otro e-mail en el que se adjunta una lista de los 107 nombres con datos personales de cada uno de ellos, y la advertencia de que en veinticuatro horas uno de esos 107 moriría irremediablemente. En caso de no hacerlo público, serían siete las personas que no verían un nuevo día, el ¨resto de afortunados ¨, tal vez, tuviesen mejor suerte, siempre que no huyesen de la ciudad.

En seguida Rebeca puso la información en conocimiento de su jefe, que a su vez consideró que lo mejor era contactar con el Departamento de Policía de Nueva York. Tan sólo una hora después estaban en las oficinas de la CBS, agentes del F.B.I y de la policía, tratando de examinar aquel correo electrónico. En poco tiempo llegaron a la conclusión, por la forma de redacción, el tipo de letra y las fotos adjuntas, que no se trataba de una broma. Intentaron rastrear la ip del ordenador desde el que se había realizado el envío, como ya se temían, había pasado por toda una red de servidores a lo largo del mundo haciendo imposible determinar su origen.

Ahora la cuestión era si correrían el riesgo de no hacerlo público, porque el efecto de realizar un comunicado provocaría un pánico generalizado con consecuencias más dramáticas que siete fallecimientos, sobre todo, debido a que en unos días tendrían lugar las elecciones para La Presidencia de Estados Unidos. 

La realidad era que decidiesen lo que decidiesen, las cartas ya estaban echadas.  El anónimo remitente se había cuidado mucho de conseguir crear ese estado de pánico. Sólo 107 no podrían abandonar la ciudad, pero sus allegados tendrían absoluta libertad para hacerlo, en otras palabras,tratarían de garantizar su seguridad alejándose de Nueva York, lo que sin duda, provocaría un reacción en cadena al comentarlo con otros amigos, y estos a su vez con otros y otros y…

Nadie sabía cuáles eran las pretensiones de este individuo, incluso se barajaba la posibilidad de que fuese un acto de alguna facción fundamentalista, de ser así, debiera haber constancia de alguna reivindicación o manifestación de autoría. Y, ¿cuál era el objetivo?: ¿bloquear el principio más sagrado de los Estados Unidos?, su democracia; ¿generar un estado de histeria colectiva?

Todo apuntaba a que un lobo solitario quería tomarse por su mano la justicia, esa, que posiblemente le había sido negada en algún momento de su vida. 107 siete objetivos para un solo individuo suponía un hándicap importante. A su favor tenía pasar desapercibido en una ciudad de más de ocho millones de personas.

El F.B.I, estaba tratando de encontrar un patrón que vinculase a todas las víctimas, sin éxito alguno hasta el momento. Había mujeres, hombres, ancianos, blancos, negros… profesiones y personas sin relación aparente alguna. Pero lo peor, había 19 personajes relevantes de la vida social americana en la lista.

Gregory había telefoneado a sus padres para decirles que se fueran de la ciudad a casa de su tía en Atlanta, tratando infructuosamente de no entrar en detalles. Su tono de voz y su insistencia hizo que fuese evidente para ellos que algo muy grave estaba ocurriendo. En ese preciso instante él timbre del interfono interrumpió la conversación. Gregory sólo escuchaba la voz nerviosa de su madre al otro lado del teléfono, sus intentos por tranquilizarla conseguían el efecto contrario. El sonido agudo del timbre, esta vez más insistente, hacía que no encontrarse las palabras que necesitaba, escudriñaba angustiosamente en su cerebro en busca de la frase adecuada, hasta que el hiriente sonido del interfono ya no dejó de sonar, haciendo que un sentimiento de ira se apoderase de él. Violentamente se dirigió a ver en la pantalla quién era el impresentable que llamaba con tal agresividad. En seguida pudo ver la imagen de dos policías, en fracciones de segundo, las piezas del puzle encajaron. Si los agentes habían llegado tan rápido es que él era sólo una pequeña parte de algo más grande. O tal vez simplemente su presencia fuera fruto de una coincidencia: idea que desechó en seguida, al fin y al cabo era la primera vez, hasta donde su memoria le alcanzaba, que la policía se presentaba en su domicilio.

  • Buenos días.
  • Buenos días. ¿Es usted Gregory Rasmussen?
  • Sí. ¿En qué puedo ayudarles?
  • ¿Nos puede abrir?, querríamos hablar con usted.
    Cuando ya iba a proceder a pulsar el interruptor que abriría la puerta, le asaltó una duda: ¨ y si realmente no eran policías y tenían algo que ver con aquel e-mail, y si…¨
  • ¿Podrían mostrar sus placas a la cámara?
  • Se las enseñaremos personalmente. ¿Nos puede abrir? ¡Por favor!
                La sospecha se empezaba a transformar en miedo. ¿Por qué no enseñaban sus placas?
  • Comprenderán que quiera estar seguro de a quién abro la puerta.
  • No sea absurdo ¡Abra de una vez!
  • Al menos díganme de que comisaría vienen.
                 Paradójicamente, los policías llegaron a la misma conclusión que Gregory. Tantas reticencias para abrir una puerta parecían querer indicar alguna relación con aquellos mensajes.
                A ambos lados del interfono ninguna de las dos partes cedía en sus pretensiones, haciendo que la tensión empezase a ser palpable.
    -¡Gregory!, ¡Gregory! ¿Qué ocurre hijo? Gritaba su madre, como testigo en la distancia de una desgracia que se cernía inapelable sobre su hijo.
  • ¡No se lo pienso repetir más!¡Abra inmediatamente!
  • ¿Estás bien Gregory? ¡Contesta! ¡Por Dios dime algo, soy tu madre!
  • No les veo en la pantalla. Sigo sin ver sus placas…
      Un estruendo precedió a dar paso a la figura de los dos agentes, tras la puerta derribada.
  • ¡Túmbese con las manos en la cabeza! ¡Túmbese ya!
  • ¡Gregory, Gregory! ¿Qué te están haciendo?
  • Déjenme coger teléfono. ¡Es mi madre! Por favor déjenme…
  • ¡No se mueva! ¡No…!
    El sonido de un disparo fue lo último que se pudo escuchar.
    -¡Hijo! ¡Hijo! ¿Estás bien? Era lo que su madre, impotente gritaba desde el otro lado de aquel infinito ¨cordón umbilical¨ a punto de romperse para siempre, ése mismo, que le apartaría del niño que siempre había tratado de proteger en los peores momentos.
                Mientras se desplomaba por el impacto de una bala en el abdomen, sólo pensaba en que no se había podido despedir de su hija Angie.
                Al llegar a Belt Parkwy Anouk se encontró con el mismo tráfico de siempre, una estridente bocina utilizada a modo de amenaza, consiguió que echase una mirada a el retrovisor que le devolvía la imagen de un Cadillac Escalade, una enormidad de coche¨ todo terreno¨ con cristales tintados y llantas cromadas giratorias, que gritaban a los cuatros vientos: ¨ ¡Apártate de mi camino si no quieres tener problemas! ¨ No entendía como no había sido capaz de escuchar la música de hip-hop que les precedía media hora antes de hacerse visibles, lo peor es que ahora los tenía a la par con las cuatro ventanillas bajadas, a través de la cuales llegaba a estimar unos seiscientos kilos de esteroides controlados por cerebros oprimidos por pañoletas. Una pequeña esperanza, se adueñó de ella, cuando el copiloto le sonrió mostrándole varios dientes de oro, que le conferían cierta ternura, si no fuese por la automática con la que acababa de simular que le disparaba. El Escalade se había parado dejando un rastro de humo blanco y goma, para que el copiloto se bajase, y justo cuando el corazón de Anouk estaba a punto de abandonarla aferrada al volante, los ciento cincuenta kilos contenidos por un pantalón vaquero a la altura de las rodillas decidieron retornar al interior del coche negro, desapareciendo con la misma estridencia que habían aparecido. Todo cobró sentido cuando una patrulla de la policía con la sirena puesta, les adelantó a todos. Al parecer el atasco se debía a una emergencia de seguridad en la ciudad. Estaba claro que el buen Dios tenía otros planes para Anouk, si conseguía antes que sus pulsaciones bajasen. Tantos proyectos, tantos miedos, para que todo cambiase en un minuto. La cuestión estribaba en saber cuándo llegaría ese momento. Una vez pasados los controles de la policía se le hizo más fácil llegar al hospital, sus emociones al ver el hall del hospital ya no eran las mismas de todos los días: el cansancio de una nueva guardia, la desesperación de los pacientes, esta vez, podía haber sido la suya misma después de su fatal encuentro en la autopista. Todo se esfumó en un momento, cuando el aullido desgarrador de una ambulancia le puso en alerta, para escuchar poco después ¨varón blanco cuarenta y dos años herida de arma de fuego en zona abdominal ¨. Estaba claro que su reunión con el jefe de servicio seguramente se vería aplazada por un ingreso urgente en la unidad. Subió andando los seis pisos, como hacía siempre, para hacer un poco ejercicio, ya que el trabajo no le permitía disfrutar de mucho tiempo libre, al llegar al servicio de anestesia casi chocó en el pasillo con una colega, que corría en dirección al quirófano. Sólo tuvo margen a comentarle a Anouk que un hombre había sido alcanzado por los disparos de la policía, y era de vital importancia que sobreviviese, al parecer el requerimiento procedía del mismísimo alcalde de Nueva York.
                - ¿Qué piensan que no hacemos siempre lo imposible para que todos los pacientes sobrevivan? Debo dejarte Anouk .
                El paciente herido por la policía se debatía en el quirófano entre la muerte y la¨ muerte¨, tres balas: dos esquirlas del esternón se había alojado en el corazón, otra en el intestino parecía que podía haber dañado la artería mesentérica, la última con orificio de entrada y salida. En el sueño del que ya no despertaría veía a su hija estirando su brazo para alcanzarle, pero la distancia entre la pequeña mano y la suya se iba haciendo cada vez mayor, hasta que él se despidió con una sonrisa diciéndole, todo irá bien cariño, todo irá bien…El pitido del respirador puso fin a su último sueño mientras la imagen de su hija desaparecía. Ya casi todo era oscuridad, sólo algunas neuronas en su lucha por la supervivencia enviaban intensas señales de destellos blancos en medio de un todo negro, mientras su cuerpo rebotaba en la camilla con cada descarga del desfibrilador. La hemorragia no estaba del todo controlada, y el agotado corazón, seriamente dañado, a pesar de haberse podido retirar los fragmentos del esternón volvía a palpitar levemente. Lo habían conseguido, no estaba estabilizado, pero seguía con vida, ahora le tocaba el turno a intensivos, para obrar otro milagro más, mantener con vida a ese paciente con la improbable esperanza de poder revertir su coma.           
                Después de una agotadora jornada a Anouk le esperaba Marcus, leyendo en el sofá de casa. El susto del sonido de las llaves en la cerradura hizo que el libro se precipitase de sus manos a la moqueta, quedando abierto boca arriba mientras Marcus se dirigía a darle un beso a Anouk.
                -¿Un día duro?
                -Ni te lo imaginas. Un hombre abatido por la policía que sólo hacía repetir el nombre de su hija. ¿Y tú que estabas leyendo?
    En la página entreabierta a punto de cerrarse se podía leer: ¨ Finalmente Gregory no se repondría del coma, llevándose todos sus secretos el mismo día que los periódicos anunciaban Las Elecciones Presidenciales … ¨

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